La capital holandesa en el trópico: Galle
El escudo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales adorna la puerta de entrada al fuerte de Galle, un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad. A mediados del siglo XVII, los holandeses conquistaron a los portugueses la isla conocida como Ceilán; se hicieron con el lucrativo negocio de la canela, las nueces de betel, las perlas y los elefantes. Siglos después, Sri Lanka está plagada de restos del régimen holandés.
Recuerdos coloniales holandeses
Galle está llena de recuerdos del régimen holandés. En la antigua Kerkstraat (calle de la iglesia) se encuentra la iglesia barroca Groote Kerk, que data de 1755 y alberga tumbas de colonos holandeses. Al lado, el antiguo palacio del gobernador se ha transformado en el hotel de lujo Amangalla, con habitaciones disponibles desde la considerable cifra de 400 euros por noche. El hotel Weltevreden, ubicado en una histórica casa holandesa ofrece habitaciones por solo 20 euros. La antigua Lijnbaanstraat conserva aún su nombre original, aunque las palabras han derivado a Leyn Baan Street. Los extremos del fuerte tienen nombres como Zwart Bastion y Akersloot Bastion. Olanda vende muebles coloniales y retratos oficiales de gobernadores holandeses. El Royal Dutch Café ofrece café y tortitas holandesas en su carta. A las afueras de la ciudad, en Unawatuna, se encuentra Nooit Gedacht, otra antigua mansión del gobernador que ahora funciona como hotel patrimonial. El hotel es significativamente menos lujoso que el Amangalla, pero recibe mejores críticas que el Hotel Weltevreden. Además, está ubicado a poca distancia a pie de la playa.
La playa tropical de Galle
La propia Galle solo tiene una playa de arena muy pequeña e inaccesible, ubicada en la parte inferior de la muralla de la ciudad. Sin embargo, fuera de la ciudad, en una bahía con forma de media luna entre dos formaciones rocosas prominentes, se encuentra la playa más famosa de la costa sur: Unawatuna. Esta playa tropical de arena blanca y suave, con un paisaje incomparable, se encuentra rodeada, por un lado, de palmeras ondulantes y, por el otro, del océano Índico, profundamente azul. Aquí no encontrará grandes hoteles, sino pequeños lugares en los que alojarse, con chiringuitos de bambú en los que disfrutar de una cerveza fría o un plato de curry, un puñado de tumbonas y alguna hamaca entre dos palmeras. Popular entre la gente de allí y entre turistas.
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